miércoles, 27 de junio de 2007

Crisis: a cinco años de dos asesinatos que nunca cometió


Por Patricio Rombo

Exactamente cinco años atrás, el 27 de junio de 2002, los medios de comunicación masiva le dieron cuerpo a una idea: la crisis no sólo se convirtió en materia, sino que mató a dos hombres.

“La crisis causó dos nuevas muertes” afirmó el diario del pueblo argentino, acusándola así de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, ambos militantes sociales de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón.

Ante la aparición del titular del diario, un malón de detectives salió desesperado a buscar a la señora Crisis, la supuesta asesina. No sabían cómo encontrarla: Clarín decidió no publicar su apellido, por lo que no podían ubicarla siquiera por la guía telefónica.

De acuerdo a lo declarado por la médica de guardia que recibió los cadáveres de los jóvenes, Crisis era la responsable de un balazo en el pecho a Kosteki (25) y de un disparo en la espalda a Santillán (21). Editorialistas insistían en la necesidad de acabar con esa mujer: se había “cobrado” más de treinta víctimas desde el 20 de diciembre de 2001.

Buscaron en el 60 por ciento de pobreza, en el 30 por ciento de indigencia, en el 25 por ciento de desocupación, en los índices de subocupación, en la falta de contención social, en las políticas de precarización laboral, en las privatizaciones... pero nada: Crisis no aparecía. Incluso, se empezó a dudar de que realmente estuviera presente el 26 de junio en la estación Avellaneda.

La sociedad empezó a sospechar: “¿Crisis verdaderamente fusiló a Kosteki y Santillán?”; “Si fue ella, ¿Cómo es que nadie la vio merodear por el Puente Pueyrredón antes de que comenzarán la represión y las corridas?”; “¿Puede Crisis escapar de todos los investigadores criminalistas?”.

Por suerte fotos e imágenes televisabas permitieron averiguar que a Kosteki y Santillán los mató un sujeto con nombre y apellido: el comisario Alfredo Franchiotti y su chofer, el cabo Alejandro Acosta. Asimismo, pese al afán de culpar a Crisis, se pudo corroborar que policías de uniforme, miembros de Prefectura, grupos de civil y parapoliciales participaron de un operativo que tenía como objetivo reprimir ferozmente a los militantes.

A pesar de que las pruebas de la masacre de Avellaneda fueron elocuentes y Crisis salió exonerada, los medios de comunicación insisten, cada vez que la represión mata, en que ella (incapaz de sostener un arma) siempre es la primera sospechosa.

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