martes, 10 de julio de 2007

David Wapner, una entrevista



David Wapner es poeta, músico y artista plástico. Dsede ya mucho tiempo vive exiliado en Israel. Hace poco publicó en la Argentina Una novela de mil páginas. Acá, respondió algunas preguntas que le hice por mail.

Terra, ¿cómo estás? Estuve sin línea telefónica, hoy emerjo. Aquí va la entrevista, fijate, decime qué te parece. Van dos fotos, una de mi actuación últina en Zaragoza, la otra (del fotógrafo italiano Andrea Pandini), leyendo en la presentación de Una novela de mil páginas, en el Bucowski Bar de Madrid. Un abrazo, recibí la invitación de la presentación de tu libro, lo espero,
otro abrazo, David.


¿En qué año te mudaste a Israel? ¿Cuál fue el motivo? ¿Qué pasaba en la política argentina en ese momento?

Un antivizcachismo acérrimo, "nunca te hagás amigo del juez, aunque te vaya para el culo", signó mi conducta desde que recuerdo; conozco el precio del sometimiento a este principio, y no me quejo. Pero me quejo: las cosas me habrían sido más fáciles, el correr la coneja tantos años va dejando marcas. Ana (mi esposa, la artista Ana Camusso) es, en eso, bastante parecida a mí, y fue así que hace diez años nos sentimos muy cansados y decidimos irnos al único país posible para nosotros: pasajes pagos, subsidios durante un tiempo importante, ciudadanía automática. Llegamos a Israel el 30 de abril. Fuimos, en ese momento, adelantados, vanguardia a nuestro pesar, de la desbandada argentina de víctimas del menemismo.
La diferencia con los que vinieron después es que nosotros no habíamos perdido el dinero de nuestra cuenta bancaria, ni propiedades, ni quebrado en el comercio, nosotros no teníamos nadad de nada, salvo libros, carpetas, e instrumentos de trabajo. Trabajo, lo único que había eran los cuentos que yo publicaba en Anteojito; cuando cobraba, pagábamos los alquileres atrasados, el gas, la luz, teléfono, la obra social, y no quedaba para comer. Hicimos gráfica, cerámica, dimos clases particulares, todo efímero, sin resultado económico. En 1995, creo, Página/12 tiró 30.000 ejemplares de mi novela "La Noche", pero yo de eso no vi un centavo, un par de años antes yo había vendido por chirolas mis derechos a Libros del Quirquincho. Eran los años de Menem, Cavallo, María Julia, toda esa basura. Yo sufro de un problema de salud crónico, dependo de medicación, y no quedó otra alternativa que irnos, Ana, Chiflón (que se fue hace un año, ya) y yo, cuando finalizaba marzo de 1998.
¿Cómo fue tu inserción en ese país?
Siempre atada con alambre, siempre comenzando de cero. Miles de chicos pasaron por nuestros talleres de escultura para niños, basados en una técnica sui generis relacionada con el papel maché, pero más directa: papel de diario y plasticola. También, ramas de árbol y telgopor. Los israelíes se volvieron locos con nosotros y nuestro invento, y durante los tres o cuatro primeros años creíamos, con fundamento, que nos iría muy bien en el nuevo país. Pero, no, siempre estábamos en el mismo punto, y llegábamos al mismo techo, y regresábamos al suelo para volverá a emprender la de Sisifo, nuestro esfuerzo servía sólo para engrosar el currículum de los otros.

No puedo hablar de inserción, porque el estado de Israel le tiene reservado al inmigrante judío (el olé, el que asciende a la tierra prometida) otro proyecto, otro concepto: la absorción. El "absorbido" es funcional a un statu quo según el cual, el inmigrante debe cumplir un rol subsidiario y hacer todos los trabajos que los nativos, los sabrás, no quieren hacer. Según este punto de vista, el inmigrante no compite y nunca levanta cabeza. En un curso de hebreo que tomé hace ya varios años, conocí a una doctora en física rusa, que, cuando existía la URSS, trabajo para la industria aerospacial, y ahora limpiaba casas. Miles de casos como esos; por supuesto, hay excepciones notorias, muchas de las cuales, hacen gala de un vizcachismo militante. Nosotros no encajamos en ninguno de estos modelos, ¡queríamos llegar con la fuerza de nuestro talento! Ahora, que estamos desesperados, no podemos creer lo ilusos que fuimos.

¿Qué pasa allá ahora que Sharón no está en el gobierno?
Todo lo que pasa en la política israelí ahora ya estaba pensado por Sharón: desmoronamiento de la Autoridad Palestina, precedida por el ascenso al poder del movimiento islámico integrista Hamos y derrota total del movimiento laico Fatal, desmadre y guerra civil entre palestinos, potenciación del sentimiento de inseguridad en la ciudadanía israelí. Creación de caos, y estímulo a las condiciones que lo crean, como "teatro de operaciones" para gobernar. Aprovechamiento de las fallas garrafales de la estrategia espejo de los palestinos, esto es, extremar las condiciones objetivas para lograr la toma del poder, o, traducido al pensamiento palestino y pan islámico, "expulsar al enemigo sionista de las tierras que pertenecen al pueblo árabe".

Sharón sabía que esta estrategia suicida iría a llevar a los palestinos a su destrucción, y por eso los dejó hacer, y más de una vez les abrió las puertas de casa, aún a costa del sacrificio de centenares de sus propios gobernados. Guerra, terror, inseguridad, las claves para liquidar lo que sobrevivía del estado de bienestar e implantar el neoliberalismo. Lo que no sabía Sharón, que era un estratega militar, era que iría a caer en coma, y que su sucesión sería asumida por una caterva menemista en traducción israelí, compuesta por mafiosos, ladrones, estafadores, criminales. violadores, delincuentes de toda calaña y ralea, y, de yapa, torpes e ineptos.

¿Cómo afecta tu proceso creativo este exilio?

Hace tanto tiempo que estoy aquí, nueve años y medio, y escribí tanto durante este lapso de tiempo, que no puedo precisarte qué aspecto especifico de mi proceso creativo se vio afectado. Y más, siendo yo un escritor para el cual el entorno no es un factor esencial. Es verdad, al principio sentí un cimbronazo, el lugar al cuál había llegado (una ciudad en medio del desierto) era tan diferente a lo que conocía, Buenos Aires, Montevideo, el aire era tan caliente —quemaba—, y el idioma, que no sólo era el local, sino, en paridad con el hebreo, el ruso.

En el laboratorio de idioma, el "ulpán", eran todos rusoparlantes, salvo dos argentinos, Ana, yo, y Ferenc Brandl, un coreógrafo eslovaco-húngaro, que fue nuestro mejor amigo. En medio de la clase, Feri estudiaba y tarareaba partituras, apuntaba ideas, dibujaba pautas de coreografías que iba imaginando. Eran trabajos, encargos, según me enteré poco más tarde (cuando supimos decirnos algo más que "¿café?"), que debía entregar a compañías de danza de Bratislava y Budapest. El desplazamiento físico no había quebrado, en apariencia, la continuidad de su trabajo. Yo también había traído conmigo "tareas", de la Argentina, pendientes para Anteojito, pruebas de un libro (Interland) para corregir, y me agarré de estos como enlace entre dos mundos. En forma paralela, escribí una serie de poemas que, aún hoy, los leo y digo, jamás los voy mostrar. El estudio del hebreo -parecíamos un jardín de infantes-, las invencionescon Ana, la correspondencia con Ezequiel Alemian y Sebastián Bianchi, y la puesta en marcha del Correo Extremaficción, fueron los motores de mi nueva etapa en Medio Oriente. Aquí, no sólo escribí mucho —y publiqué allá—., sino que hice cosas nuevas, como los cortos de animación con Ana, por ejemplo. Y tuve una nueva aproximación a la música, que a su vez influyó en lo que escribí. Esto se dio acá, no se qué hubiera sucedido allá, de haberme quedado.

¿Cómo fue la escritura de Una novela de mil páginas?

¿Qué te puedo decir? La escribí todos los días, durante más de un año, lapso durante el cual también trabajé en otros textos. Depende de las condiciones que me imponía cada página, cada una de las mil, escribía una, dos, tres, cinco, algunas veces más, por jornada. Cada página de ficción me exigía tanto como una "de veras", o más; cada una tenía la concentración de un poema en prosa. Cada milésima del libro en progreso retenía un fragmento de un suceso mayor, cuyas ramificaciones hacia el pasado o el futuro me eran invisibles. Pero podía entender que el producto de mi extracción, aunque azaroso, era significativo y valía el esfuerzo de comenzar una y otra vez, hasta llegar a mil. Me sentaba a escribir siempre tarde, a las 11 de la noche, o después, pero muchas veces me convenzo que "Una novela de mil páginas" se escribió a las 21. No se por qué, pero a veces estoy seguro. Y se que no fue así.

¿Cómo es la situación de publicar en Argentina y vivir en Israel?
No m e puedo quejar, desde que me fui publiqué un promedio de un libro por año, en su mayoría para chicos; a veces tengo la sensación de que me va mejor estando afuera que adentro. Pero hay un desdoblamiento, nunca se con exactitud qué está pasando del otro lado, en la parte del planeta en donde publico, y eso, aunque me escriban, y me cuenten cómo avanza (a veces, retrocede), el proceso de edición, circulación, o lectura de mis libros (comentarios, reseñas); aunque me entere por la internet, o por los recortes que me mandan editores, amigos o familiares. Aunque reciba los ejemplares impresos que me corresponden, los cuales guardo en un estante de mi biblioteca (o en un bolso que fue de mi vieja), y que aquí no han de circular, aunque reparta algunos: se me escapa algo, que queda en la Argentina, y nadie me sabe contar.

Tus crónicas de la guerra fueron muy leídas en Buenos Aires. ¿Cuál es lasituación en este momento?

A este gobierno le queda poco tiempo, menos de un año, la oposición lo va a voltear en marzo, como máximo. Entre tanto, ante la incapacidad de resolver los problemas reales, con los palestinos y con los propios israelíes, están tanteando varios posibles frentes de guerra. A Siria le tienen ganas, pero, como al gobierno de Bush, el único que podría apoyar a Israel en esta aventura, le queda menos tiempo aún, es difícil que se de, aunque, del mismo modo, Olmert y los suyos es capaz de mandarse una estupidez semejante. Luego está Irán; Israel es el principal impulsor de un ataque a la central atómica iraní, y aquí también, el tiempo le juega en contra, porque Bush tiene menos tiempo aún. Por último, el Líbano, la Hizballah. La última guerra tuvo como resultado el descabezamiento de la cúpula militar, y el descrédito total de la clase política que la alentó, casi por unanimidad. Técnicamente, fue una derrota, y se quedaron con ganas de revancha. Y como aquí no existe una oposición verdadera, y la opinión pública continúa entre inerte y confundida, como el único sector que tiene capacidad de movilización y convicción ideológica es la derecha nacionalista religiosa, como la izquierda no existe, nadie se opondría seriamente a una segunda vuelta, a una tercera guerra del Líbano. No creo que este gobierno esté en capacidad para afrontarla, pero como recurso de emergencia, la posibilidad existe.

¿Cómo sigue tu año de trabajo?

Ahora, lo primero, es operarme de la cadera; llevo prótesis, reemplazo completo, desde hace 20 años (15 y medio la actual), y me la disloqué mientras ensayaba para mi último viaje a España, que realicé sin autorización de los médicos. Tras el postoperatorio, que es largo, espero estar a punto para viajar de nuevo, estoy invitado a un festival en Huesca, Aragón; pagan todo, pagan bien, tengo que ir. Pensando en eso, tengo que terminar nuevas canciones, sacudir viejas, agitar las "Canciones para perros". En el último viaje se habló de grabar un disco; mientras tanto, pienso sacar un CD de edición limitada con material que grabé en vivo, en Zaragoza. Estos serían mis primeros álbumes con mi música, el master del disco de Gutural, que grabamos en los 80, se perdió en algún lugar de Brasil, donde iba a ser mezclado por un supuesto ingeniero de sonido de Egberto Gismonti. Tengo que revisar dos libros, uno de raros poemas para niños, "Pitos y creyendas", y vérmelas con material que, cada tanto, subo a Mardagobio Globo. Hasta fin de año, saldrán dos libros más, en una editorial cordobesa, Comunicarte, "Pajarraigos" y la novela Icaro, para mí, muy, importante. En noviembre, participaremos con Ana, y nuestros cortos, en una muestra colectiva, aquí, en Bat-Yam. Entre tanto, con tanto trabajo, no se de qué voy a vivir, el trabajo aquí está muy podrido, salvo los ajedreces que hacemos con Ana para nuestro único cliente, no haya nada. Ah, y me tengo que preparar para cumplir cincuenta.

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